Sábado por la mañana.
Te levantas con calma, desayunas tranquilo y decides echar un ojo a la web “por si acaso”.
Y ahí está.
Ese coche que llevas semanas esperando.
El modelo exacto. El color que querías. Kilometraje perfecto. Precio imposible.
Tu corazón late más rápido. “Esta vez no lo dejo pasar”, piensas.
Te levantas del sofá, coges el móvil, buscas las llaves del coche casi sin darte cuenta…
Y justo cuando vas a llamar para reservarlo, ves una etiqueta roja en la esquina de la foto:
Reservado.
No puede ser. Hace tres minutos no ponía nada.
Actualizas la página por si es un error. Vuelves a mirar. Sigue igual.
Reservado. Adjudicado. Volado.
Te cuesta creerlo.
¿Cómo alguien se enteró antes que tú?
Entonces descubres que no fue suerte.
Ni magia. Ni casualidad.
Fue que había gente que ya lo sabía desde el jueves.
Porque les llegó un correo antes de que se publicara.
Porque estaban dentro del lugar donde se avisa antes.
Donde las oportunidades no se pierden.
Donde se reservan sin pelear. Sin correr.
Y tú no estabas.
No quiero que esto me pase